IMPACTO COVID-19 EN PARAGUAY
En los últimos años Paraguay ha promocionado abiertamente su esquema tributario como una gran ventaja competitiva para invertir en el país. La buena recepción conceptual del esquema acompañado a los números estables de la macroeconomía han sido un condimento sinérgico que le ha permitido escalar como destino de inversiones para convertirse en una suerte de joya escondida de Sudamérica. Ciertamente la cosecha fue buena, pero no es descartable el hecho de que Paraguay siga siendo uno de los países con menor inversión extranjera en la región. Así que estamos en un gran acertijo, somos la joya por un lado, pero nadie invierte en el país por el otro. Ser tributariamente barato es atractivo, pero cuando esto es caóticamente contraproducente en cuanto a lo que el país ofrece como calidad de servicios (altamente burocrático e ineficiente) e infraestructura, permite admitir que es hora de hacer cambios. Una alternativa para el acertijo esta basada en que el desencanto llega al desembarcar en el país, pues la burocracia local es capaz de hacerle perder la paciencia hasta al ciudadano mas atemperamental. La estructura tributaria esta lejos de ser empática, pues no es sorpresa que por ejemplo impuestos sugeridos como el de la soja hayan soslayado la realidad de riesgos que afecta a una operación agrícola. Así también hemos visto sugerencias los selectivos al consumo como al tabaco que tienen un carácter mas emocional que argumentativo. En general las propuestas tanto de la Administración central como del sector privado son reactivas, mientras que el rol del sector privado es fúnebre pues se dedica a protestar irracionalmente, demostrando ni el mínimo compromiso país. La escusa de siempre es que el Gobierno administra mal. Parecería que la estrategia tributaria tiene casi siempre a la carreta antes que al cabello, pero buscando una respuesta posiblemente la necesidad diaria de la cosa publica obnubile cualquier capacidad de pensamiento sostenido de mediano o largo plazo. El rol de los impuestos y el impacto de los mismos en el desarrollo es algo que por ahora se encuentra a un costado, pues la la discusión tributaria generalmente se fundamenta en quien vemos o creemos que tiene plata o a que sector le va bien y vamos tras ellos generando rupturas de confianza que son la base de los países.
América Latina históricamente ha estado muy retrasado con respecto a la contribución de los impuestos sobre el Producto Interno Bruto de sus respectivos países. Lejos del 60% de Dinamarca y los países del mundo desarrollado, donde la intervención del Estado es brutalmente mayor que en los países de América latina, Paraguay ha podido emerger como un país estable. Con USD 694 de contribución de impuestos per cápita, el Gobierno paraguayo debe atender las necesidades de 7 millones de paraguayos. UN valor que realmente bajo inclusive en Sudamérica cunado comparamos a Paraguay con los USD 3011 que contribuye un brasileño en promedio o los USD 4083 que contribuye un chileno al fisco. Sin Duda Paraguay tiene un trayecto largo por transitar siendo uno de los primeros desafíos poder llegar a una transparencia tal en la función publica que la construcción de la confianza en la sociedad civil se traduzca en menor evasión impositiva. Paraguay, al igual que la mayoría de los países de la región , no han visto o no han podido instalar impuestos a la tierra como se ha hecho en los países desarrollados. Este impuesto en particular es típicamente el sustento de las Municipalidades, quienes gracias a esto pueden dejar de depender de los Presupuestos Generales de la Nación. Tanto las Municipalidades como las Gobernaciones, careen de liderazgo principalmente porque sus ingresos dependen del gobierno central.
Habíamos iniciado el 2020 con un PGN 2020 que esperaba representar el 33% del PIB estimado para ese ejercicio. Presupuestándose 103 instituciones públicas en total y 304.793 cargos públicos. El 76% de lo recaudado en impuestos iría a salarios y se esperaba emitir bonos del tesoro por US$ 547 millones. El déficit fiscal de la Administración Central es de 1,5% del PIB (US$ 617 millones), al tope de la ley de Responsabilidad Fiscal. El Presupuesto General de la Nación 2020 pretendía ser financiado 53% por recursos propios (Fuente 30), 35% por Impuestos (Fuente 10) y 12% por endeudamiento (Fuente 20). Hoy, en un escenario inmerso en el Covid, es probable que los Gastos suban al menos USD 1000 millones y que el déficit se duplique teniendo que salir a emitir por la diferencia. Se espera que Paraguay salga mejor parado que los demás países de la región, pero no quiere decir que saldría ileso. Si la economía paraguaya sufre un impacto por debajo del 10% seria una gran cosa. Aun asi, el PGN no bajaría del 42% del PIB. A medida que llegamos a la Fase 2 de cuarentana, el escenario económico empezara a mostrar marea baja y desnudaría realidades muy complejas como el nivel de desempleo, la caída de la recaudación fiscal, y otros pilares fundamentales de la economía paraguaya
En los últimos años Paraguay ha justificado su esquema tributario como una gran ventaja competitiva para invertir en el país, cosechando mucho y escalando a convertirse en la Joya Secreta de Sudamérica. Pero así como somos tributariamente uno países mas baratos también somos uno de los países con mayores déficits de prestaciones en infraestructura y servicios. Naturalmente, el ciudadano siempre espera mas de lo que aporta, pero hoy con la situación del COVID se desnuda la cruda realidad de que la estructura actual es obsoleta. No sirve para lo que representan las demandas que el gobiernos tendrá en los próximos anos en cuanto a Salud Publica, Educación e inversiones.